*Por Manuel.
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Seguramente todos hemos oído historias de las plagas bíblicas de miles millones de langostas que arrasan con miles de hectáreas de cultivos cada año.
En realidad, estos animales no son un peligro para la agricultura durante toda su vida; la fisionomía que los vuelve un cortacésped particulado gigantesco depende enteramente de la densidad poblacional.
Cuando la densidad poblacional es baja, las langostas se encuentran en su estado basal que muchos conocemos como saltamontes, alimentándose tranquilamente de plantas de aquí y allá sin molestar a nadie.
Sin embargo, cuando la población empieza a crecer y, por lo tanto, la comida a escasear, mediante secreción y recepción de una hormona llamada serotonina, se modifican rutas metabólicas y ocurre un reajuste en la expresión genética que induce cambios fenotípicos extremos, como las proporciones corporales, el color y el comportamiento, convirtiendo a los saltamontes en langostas.
Las langostas, al contrario de los saltamontes que sólo pueden emprender vuelos cortos más parecidos a saltos prolongados, son capaces de volar largas distancias y siempre lo hacen en nubes enormes compuestas por miles de millones de individuos hambrientos y totalmente desinteresados en la alimentación humana.
Este caso es un ejemplo bastante notable de la epigenética en acción, la cual abarca todos los fenómenos ambientales que regulan de cierta manera la expresión de los genes de un organismo. En este caso, la serotonina a altos niveles convierte un animal tranquilo y solitario en una máquina devoradora y cooperativa capaz de aniquilar hasta el 20% del total de tierras de cultivo en todo el mundo.
Fuentes:
Imagen tomada de Artículo Locust en Wikipedia
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